Merlina Meiler
Con el tiempo aprendí que a la gente hay que aceptarla tal cual es.
Pretender cambiar al otro en cuestiones de fondo solo acarrea sufrimientos y frustraciones, y además genera en la otra persona mala recepción ya que de alguna manera (directa o indirectamente) percibe que estamos intentando presionar respecto de aspectos que no desea modificar. Las imposiciones externas generan resistencia y el resultado opuesto al que queremos llegar.
También aprendí que podemos pedirle a la otra persona que realice algún cambio menor, siempre y cuando esté de acuerdo en hacerlo. Una cosa es pedirle de buena manera a alguien que sea menos desordenado, por ejemplo, y otra muy diferente intentar trastocar su escala de valores o sus prioridades en la vida. Intentar modificar facetas de la conducta del otro implica, a mi entender, estar buscando algo que esa persona no es.
Solemos perder mucho tiempo presionando al otro para que sea de tal o cual manera, para que reaccione como queremos o rumiando por no obtener la reacción que desearíamos, sin darnos cuenta de que nuestro gasto de energía es inútil, ya que esa persona no tiene la cualidad que nos esforzamos en atribuirle. Esto se aplica en temas importantes y también en los menores. Si por ejemplo a mi pareja le desagrada ver películas románticas y yo lo presiono para que lo haga y para que además las disfrute, no estoy respetando sus gustos – nada bueno puede surgir de semejante presión. Si opto por llamar a mi hermana o a una amiga cada vez que quiero ver una película de este tipo, estaré mostrando aceptación y respeto por las decisiones del otro.
Aceptar a nuestro prójimo implica hacerlo de forma incondicional, y entender que nadie es 100% como nosotros quisiéramos. Si nos miramos al espejo, encontraremos rasgos de nuestra personalidad que debemos aprender a tolerar y a sobrellevar día tras día. Pues usemos este mismo espejo para entender que quienes nos rodean tampoco son perfectos, y para ver más allá de algunas cosas que no nos agradan a fines de conectarnos con la verdadera esencia del otro. En este punto es donde radica la verdadera conexión entre los seres.
Asimismo, con el trascurso del tiempo entendí que si hay cosas de la otra persona que realmente me molestan o no compatibilizan conmigo ni me hacen sentir mejor, o se contraponen a mis creencias o a mi manera de ver la vida, pues es mejor dejar que siga por su camino y yo continuar en el mío. Siempre es sano saber qué limites ponerles a los demás y a nosotros mismos. El saber popular dice: “Tómalo o déjalo” y creo que se aplica en este tema también: acepta incondicionalmente, o no aceptes y déjalo ir.
¿Aceptas a la gente tal cual es?
viernes, 20 de noviembre de 2009
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