Merlina Meiler
Categorías: Solos y solas En estas épocas en que es tan sencillo conectarse a Internet, se dan cada vez más y más romances “virtuales”. Por nuestra necesidad de comunicarnos, nos contactamos con alguien que está del otro lado de una computadora (en foros, lugares de encuentros o páginas personales), comenzamos a chatear o a intercambiar emails, y, en muchísimos casos, comienza una relación amorosa.
El amor puede comenzar de cualquier modo, y conocer gente por Internet es algo muy común hoy en día, para gente de todas las edades. ¿Quién no conoce alguna pareja o matrimonio cuyo primer contacto fue en la red? Tiene grandes ventajas: es cómodo, económico, no hace falta que salgas de tu casa, ¡ni que te quites el pijama! Todo este ambiente de familiaridad puede hacerte bajar la guardia y jugarte en contra, al hacerte sentir demasiado “a gusto” con quien está del otro lado, diciéndote cosas bonitas que deseabas escuchar, acompañándote cuando lo deseas… Abrir la casilla de mensajes y encontrar un correo electrónico de la persona que nos desvela es un placer enorme, comparable al que sintieron nuestros abuelos y nuestros padres/madres al recibir una carta de sus amores. Pero ellos sí se habían conocido personalmente de antemano, o los había presentado una persona en común que sabía de quién se trataba nuestro interlocutor (o interlocutora).
Amores imposibles o por concretarse, platónicos, a distancia, imaginar a alguien sin cara, sin cuerpo y sin voz, de la manera en que lo soñamos… todo esto parece ser irresistible a la hora de emocionarnos por alguien que hemos conocido por Internet. Por nuestro deseo de estar acompañados y en una pareja estable, podemos creer lo que no es o pasar por alto detalles que nos indicarían que algo no es de la manera en la que lo describen. Zygmunt Bauman, en su libro “Amor Líquido”, expresa que los hombres y las mujeres estamos “desesperados” por relacionarnos. Intentar relacionarse desde la desesperación de la soledad o de encontrar una pareja a cualquier costo puede causar que obviemos detalles importantísimos (que de otro modo, notaríamos), o no preguntar por miedo a una desilusión – lo esencial es cuidarnos a nosotros mismos, no vivir ensimismados en ilusiones propias que depositamos en otra persona, y abocarnos a saber quién es realmente esa persona que se muestra tan amable y atractiva por la red.
Te propongo que, si no tienes pareja, consideres el mundo de Internet para buscarla. En este mundo todo es posible, el único requisito necesario, a mi modo de ver, es tener mucho cuidado, corroborar que lo que te dicen sea consecuente con sus acciones y abrir tu corazón con el tiempo, a medida que se vayan tratando y la otra persona te vaya dando razones inequívocas para que confíes en él o ella.
¿Cuál es tu opinión sobre los romances por Internet?